sábado, 4 de junio de 2011

Curioso

No sé por qué me sorprendió tanto:
Ver a un ladrón enseñarle a su hija a repeler un asalto.

Fatuo

"En mi antigua polis, una mujer amó a un Dios. No sabía que era una Dios, claro, pero cuando se dio cuenta, le pidió que se mostrara como era realmente ¡Pobre inocente! No fue capaz de contemplar la revelación divina y murió en el acto.
Otra mujer fue amada por un Dios; dicen que se le ocurrió pedir como regalo el don de la inmortalidad. De eso, mucho tiempo. Tanto, que hay quienes comentan haberla visto ebria en la plaza, rogando morir."
La vieja sonrió. "Sí, ciertamente el amor de un Dios no es fácil. Pero, ¿sabes? La primera mujer, antes de morir, dio luz a un semi-dios, Hércules, uno de los más grandes héroes. La otra mujer dio origen a una de las más importantes órdenes de sacerdotisas oraculares, que tanto bien nos brindan al interpretar la voluntad divina."
María negó con su cabeza y retiró su mano de la mano de la vieja.
"No creo en los Dioses." Y mientras buscaba unas monedas de cobre y se las extendía a la vieja, continuó. "Y si existieran, estoy segura que no se acercarían a Mágdalo; huirían."
La vieja sonrió al mirar las monedas, y las guardó en su bolsa.
"Bien puede ser. Pero creo que ni las Moiras saben de la tela que entretejemos con el hilo de nuestras vidas."

jueves, 24 de febrero de 2011

Reflejo (2)

...
Le sonreí y ella (que también había tratado de explicarse con gestos) me sonrío también.
- Bueno, me tengo que ir- señalé, mientras ella me hacía señas de tener cosas que hacer.

Nos despedimos al mismo tiempo, y salí del baño.
"Quizás como sea el mundo tras el espejo", pensé para mis adentros.

Reflejo (1)

Me levanté irritada, y me dirigí al baño. En el espejo, el rostro idéntico al mío lucía molesto.
- ¿Qué? ¿Ya ni siquiera saludas? - le increpé.
Su rostro cambió mientras hablaba y ahora lucía enojado.
- Es verdad, ni siquiera puedes responder a eso. ¡Sólo te quedas ahí, censurándome en silencio! ¡Me voy! - exclamé. Y salí de la pieza, y después de la casa. Quería evitar ver cómo me ridiculizaba imitando mis gestos.
Pasó la mañana, comenzó a pasar la tarde. Empecé a pensar que tal vez fui un poco brusca.

Regresé a la casa, dejé mis cosas y fui al baño. Ahí estaba, algo más cansada y con un gesto triste.
- Lo siento -le dije.- Lamento haberte tratado así.
Le sonreí y ella (que también había tratado de explicarse con gestos) me sonrío también.
- Bueno, me tengo que ir- señalé, mientras ella me hacía señas de tener cosas que hacer.

Nos despedimos al mismo tiempo, y salí del baño.
"Tal vez sea muda", pensé para mis adentros.

Jerías-Jeremías

(Historia basada en un sueño y en una lectura bíblica del libro de Jeremías).

¿Por qué el sueño no llega en esta noche que al fin le espero? Justo ahora que el cese del peligro que amenazaba Jerusalén me permite descansar, no hallo reposo ni calma.
¿Será que aún me inquieta ese falso profeta? ¡Oh, Yahvé! Ya sé que él dice hablar en tu nombre, pero ¿cómo podría un profeta de Dios amenazar la Ciudad Santa y a tus sacerdotes?
Hoy al mediodía, en cuanto le vi, le reconocí. Pájaro de mal agüero. Tal como me estaba encomendado, me acerqué y detuve, preguntándole sus motivos para salir de los muros de la ciudad. Hay estricta pena para todos aquellos que se atrevan a abandonar la ciudad a su suerte y huir cobardemente, y peor aún para aquellos que osen buscar asilo entre nuestros enemigos, negando a Dios y su pueblo.
Claro, Jeremías dijo desear visitar a su hijo y su familia, que viven fuera de las murallas.
¡Oh, Yahvé! Esa historia ya la he oído antes, y no le creí una palabra.
¿Realmente vería sólo a su hijo? ¿No se encontraría con otros traidores?
¡Señor! Ese tal Jeremías ha anunciado la ruina de Israel cientos de veces, aumentando el miedo en su pueblo y animando a los enemigos. Falso profeta es, que así amenaza a nuestro pueblo, elegido por ti.
Dí voces, y rápidamente llegaron mis compañeros de armas, que a su vez fueron a buscar al Sumo Sacerdote.
Los sacerdotes lo acusaron de traición a Dios, a Israel, y de alterar el orden público. Se ordenó su detención inmediata, y en su cara leíamos la rabia y el odio, mientras lo llevábamos a prisión.
La Justicia marcha.
Se nos ordenó arrojarlo a un pozo: una cueva bajo tierra donde se solían apilar agua y víveres, ahora vacía. De allí no podrá escapar ni generar más alborotos.
Volví a mi trabajo de centinela en las murallas de la ciudad, con la consciencia tranquila de haber obrado bien. Esta noche por fin podría dormir: la ciudad está a salvo, Jeremías no espantará con sus clamores y advertencias de futuras penurias, y nuestros aliados egipcios se recuperan.
Al regresar a casa, mi mujer sonreía, igual que mi hijo. El mercado abrió: volvieron a traer alimentos de los campos. Todo pareció apuntar que al fin, Yahvé, has posado de nuevo tu mirada en nosotros.
Y si todo está bien, ¿por qué en esta hora no logro conciliar el sueño, ni sacar de mi mente el rostro furibundo de Jeremías?

La Meca

Caminando por la playa, encontré a un amigo musulmán muy poco ortodoxo. Estaba de pie, con los ojos cerrados.
- ¿Qué haces? - le pregunté.
- Rezo a la Meca.
- ¡Bromeas! Si ni siquiera estás mirando en la dirección correcta - insistí.

Mi amigo sonrió con indulgencia.
- En mi corazón son las cinco de la mañana, y me inclino humildemente ante la visión de la Santa Ciudad.

Paradojas

Paradojas de la vida: Cuando la impaciencia me persigue, es mejor aquietarme que echar a correr.